miércoles, 10 de febrero de 2016

Noticias UDUAL


El 6 de febrero 2016, murió Eduardo Remedi, en vísperas de un evento en el que se reconocerán públicamente las aportaciones de los exiliados argentinos al campo educativo, a 40 años del golpe militar de 1976. El día en el que se realizará esa ceremonia, organizada por el Departamento de Investigaciones Educativas del Centro de Investigación y Estudios Avanzados, faltará su presencia física entre los homenajeados que, como él, encontraron en México un lugar donde reanudar su vida, a pesar de la mezcla de dolor, coraje y culpa que imprimió en sus destinos la brutalidad de la dictadura. 

En los casi 40 años en que permaneció en su México “espinudo y florido, seco y huracanado” en las palabras de Neruda que gustaba de evocar, tejió amistades entrañables. Formó a distintas generaciones, dejó un caudal de hijos y nietos académicos. Sus numerosos estudiantes, que en días pasados evocaban recuerdos entre desazón y risas, reconocían las múltiples enseñanzas de su inquebrantable vocación de docente, de “maestro”. En su trayectoria académica, trabajar en el terreno educativo, en sus problemáticas institucionales, era intervenir, y lo hizo en múltiples instituciones educativas, con un alto compromiso personal y profesional. 

Como investigador, apasionado por los entramados políticos, emocionales y profesionales que explican los funcionamientos institucionales, sin escatimar esfuerzos, se dedicó a entender programas, procesos y actores, allí donde trabajó, en Saltillo, en la ENEP de la UNAM y, sobre todo, en el CINVESTAV. Pero, también, fue cercano a otras instituciones; con la Universidad Pedagógica Nacional, mantuvo una relación duradera y fructífera. Descubrió en la Universidad de Zacatecas mucho más que un objeto de tesis doctoral o un lugar donde rastrear las luchas de poder e influencia que tanto le interesaba desentrañar: sus cielos azules que se reflejaban en los ojos de Lucia, su hija más chica, su arquitectura barroca, sus sierras le evocaban, a destellos, los paisajes de Córdoba, su ciudad natal. 

A quienes lo leyeron y asistieron a sus seminarios, les enseñó una lección. Si bien las instituciones universitarias son organizaciones, es decir un cúmulo de normas, un haz de reglamentos y un resultado de frágiles equilibrios, negociaciones y traiciones entre facciones, son asimismo un espacio donde las personas conviven y despliegan esfuerzos cotidianos para asegurar condiciones mínimas de actividad intelectual. De allí, la escucha siempre atenta a las narraciones de quienes gozan y sufren los espacios en donde desarrollan su carrera académica o pasan parte de su juventud. De allí también, su interés por los periodos fundacionales y las genealogías, nutrido por un constante diálogo con varios autores de textos psico-analíticos, cuya lectura era una de sus pasiones. 

Eduardo, con el alma partida entre Argentina y México, contribuyó a entretejer relaciones que, con el tiempo, se fueron afianzando entre los dos países, en un ir y venir de estudiantes y de colegas. Coordinó, como producto de esas interacciones, obras donde sus invitados y colegas cercanos discutían perspectivas y hallazgos, sobre temas de interés mutuo, a partir de historias, formaciones y referentes distintos. En una disciplina con profundos arraigos locales y tradiciones intelectuales distintas, fue un incansable “passeur”, un devorador de libros, que compartió y transmitió con generosidad, en un interminable y siempre enriquecedor intercambio de conocimientos, ideas y contactos. Hoy, la tristeza está en muchas partes y sus amigos de Buenos Aires y Córdoba comparten un mismo dolor con los de Zacatecas y de la Ciudad de México. Seguirá presente en nosotros de múltiples maneras. Libró una intensa batalla, fue luchador incansable, le llegó el momento de descansar. Deja tras de sí el fruto de un intenso trabajo y compromiso personal.

FUENTE: Sylvie Didou - Rosalba Ramírez
 
http://www.udual.org/

No hay comentarios:

Publicar un comentario